Las facturas que las parejas se cobran en la cama

Las facturas que las parejas se cobran en la cama

Si a principios de los 80 escandalizaba la apertura de un sex shop en el barrio, en este momento forman parte del paisaje urbano con mejor o peor suerte estética. Desde los Museos del Sexo que honran ciudades como Nueva York hasta la tienda más casera, la oferta y el volumen de negocio de estos establecimientos hacen palidecer a opciones mercantiles más conservadoras.

A pesar del embate de la compra por internet de estos materiales “sensibles”, innumerables parejas visitan con cierta regularidad estos establecimientos, lo que expresa una aproximación diferente al sexo y a la relación de pareja, más basada en un concepto de juego y por tanto con trasfondo y objetivo lúdico, que en uno de arte y por tanto de carácter didáctico.

Lo curioso es que conforme ha avanzado la posibilidad de acceso a todos estos juguetes sexuales no ha aumentado en paralelo la satisfacción sexual de los individuos. Por otra parte, la mayoría de las consultas en sexología y terapia de pareja no pueden resolverse a través de recursos externos, sino antes bien a través de la resolución de problemas internos de la pareja, de problemas convivenciales que si bien pueden ser expresión del aburrimiento mutuo, no se solventan montando un cierto “circo” bipersonal en el lecho, aún cuando la función se desarrolle con el estilismo del Cirque du Soleil.

Agresiones verbales en el matrimonio

El libro publicado en 1964 por Eric Berne, Games we all play, puso de relieve una de las pequeñas pero frecuentes tragedias propias de toda pareja establecida. La reproducción constante de los mismos discos rayados de agresiones verbales y contraagresiones que caracterizan a algunos matrimonios y relaciones de más larga duración. Se trata de unos de los libros de “psicología seria” más vendidos, que había sobrepasado en su cuadragésimo aniversario más de cinco millones de copias en todo el mundo.

Digamos que, por ejemplo, el hombre pregunta de forma infantil: “¿dónde están mis calcetines?” y la mujer, en lugar de responder como una persona adulta contestaría a otra, lo hace adoptando un papel maternal: “nunca sabes dónde tienes nada, eres un desastre, siempre tengo que estar detrás de tí”, a lo que el hombre puede responder indignado “¡a mí no me grites como si fuera un niño…!” y esto generar un motivo de discusión que interrumpa la comunicación durante días. A pesar de que ambos podrían aceptar que este modo de intercambiar mensajes sólo potencia la infantilización de uno de los miembros y la actitud victimista de la otra, una y otra vez repiten el mismo papel sin avanzar en la solución del conflicto.

El resentimiento es uno de los peores afrodisiacos existentes

Una viñeta distinta: la mujer repite ante cada desencuentro “he sacrificado los mejores años de mi vida, dejé mi trabajo por ti, tú me has hecho desgraciada”, adoptando una postura victimista mientras que su pareja responde reproduciendo el papel de victimizador “total, para lo que ganabas, y después de todo era lo que estabas deseando, bastante contenta tenías que estar, etc...”.

El asesoramiento sexológico constata que la pareja establecida tiene tendencia a mantener facturas pendientes que los cónyuges esperan a cobrarse. Este registro de causas de resentimiento es uno de los peores afrodisíacos existentes y genera infinitud de quejas de vaginismo, impotencia o dolor genital (dispareunia) en parejas que antes de empezar con estos juegos perversos nunca habían tenido dificultades amatorias.

Comprender por qué perdemos los estribos

Aparte de la intuición clínica de poder agrupar las consultas de muchas parejas en epígrafes que constituyen guiones preestablecidos y papeles en los que ambos miembros se desenvuelven con soltura (representándolos hasta la saciedad), la aproximación psicodinámica de Eric Berne resultó tan interesante porque aportaba una mayor comprensión de por qué en ocasiones perdemos los estribos, aunque nos prometamos que nunca más entraremos “al trapo”.

Los problemas se agravan con reacciones aprendidas en la infancia

La capacidad de una pareja para identificar estos patrones de provocación que no aportan ninguna satisfacción y sólo cronifican los desencuentros es un rasgo esencial de su madurez. Sin embargo, no resulta tan fácil darse cuenta de que uno está agravando los problemas con sus reacciones automáticas, que muchas veces han sido aprendidas durante la infancia y la adolescencia y que se han consolidado en el adulto, convirtiéndose dichos roles en personajes casi autónomos respecto de su creador.

Todos nos sorprendemos actuando como padres o madres de nuestras parejas de tanto en tanto o aceptando el papel de hijos de ellos. A veces es llamativo el rol autoritario que permitimos al otro que ejerza, o al que nos ofrecemos mediante nuestra sumisión inconsciente.

Cobrar conocimiento es la primera necesidad para poder frenar este tipo de intercambio; la siguiente es aprender a reírse de nuestra tendencia automática a precipitar al niño que hemos dejado dentro de nosotros de nuevo en el mismo fango que le resulta tan familiar. Esa es la risa terapéutica que obra milagros en la pareja, y como todo juego que verdaderamente requiere la pena, no precisa de esperar a que sea traído por los Reyes Magos.

*Javier Sánchez es psiquiatra y sexólogo.


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