Mirada

Mirada

Yo acostada sobre la cama con mis piernas tan abiertas que puedo tragar el mundo a través de mi sexo. Tú sobre mí lamiendo delicadamente mi clítoris y mis labios, empapándote de los fluidos que emano. 
Mientras tú yaces encorvado, yo observo tu espalda, ese conjunto de vértebras y músculos que intentan asomarse presionando la piel, delineando tan claramente su presencia, sus límites; exhibiendo su motilidad. Observo también esas hileras de sudor que se desprenden de tus cabellos trigueños y que luego descienden.

Eres el pulpo que me penetra y envuelve con sus entrometidos y escurridizos tentáculos; soy la mujer que se deja caer de espalda al abismo porque sé que vas a atajarme. Mientras caigo, logro detener la mirada y memorizar cada centímetro de nuestro tiempo. Así eternizo lo efímero, y lo atesoro como un cuadro que descansa estático sobre una pared aparentando ser finito, pero ofreciendo algo distinto a cada mirada dando cuenta de su verdadera naturaleza inmortal.

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